Natty Petrosino, la referente social que desde hacía varias décadas luchaba por los derechos humanos de la comunidad wichi en la Argentina, falleció este lunes, a los 83 años, como consecuencia del coronavirus.
La mujer se encontraba internada desde el último fin de semana en el sector de Terapia Intensiva del Hospital Municipal, su ciudad natal, a la cual había regresado recientemente desde Formosa, a donde viajaba asiduamente por sus tareas solidarias.
En el último tiempo, de hecho, había tenido algunos problemas para continuar con su labor, debido a las restricciones que se implementaron por la pandemia: en noviembre pasado intentaron expulsarla de esa provincia con el pretexto de violar las normas sanitarias, razón por la cual incluso tuvo que dormir en el suelo hasta que se solucionó el conflicto.
Conocida por muchos como “La Madre Teresa argentina”, esta líder social en julio de 1939 y durante su juventud fue modelo, hasta que vivió una situación límite que le cambió su visión del mundo y fue lo que la motivó a iniciar su carrera solidaria: le descubrieron un tumor en el oído medio.
Durante la operación para extirparlo tuvo una muerte clínica. Y nunca más fue la misma. A partir de esa mojón dedicó su vida a Dios y a brindarse a los demás. Recorrió el país y también el exterior. En Nicaragua colaboró tras el paso del huracán Mitch en 1998, cuando murieron 3800 personas. Y llegó hasta Kazajistán, Moscú y Chernobyl.
A pesar de su avanzada edad, la mujer no estaba vacunada contra el coronavirus porque así lo había decidido ella. Como detalló, estuvo “trabajando entre sidosos y tuberculosos, y en el medio de la selva durante 64 años” sin que nada le pasara.
Aunque no estaba en contra de la vacunación, Petrosino tenía claro que eso no era algo que quisiera para su cuerpo, y lo explicó de esta manera “Cuando llega el momento de partir, no hay nada que pueda detenerlo ni cinco minutos más de lo que Dios disponga. Cuando la puerta se abre, los médicos pueden ayudar, pero la partida es inexorable. Que me lo demuestren si no es así. Yo estoy cerca, tengo 83 años, mi vehículo está gastado. Pero estoy feliz y entregada a reunirme con Dios, a encontrarme con mi padre eterno”.
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